"La mayoría de las personas pasan de un acto a otro sin luchar ni pensar. Por el contrario, un cazador juzga cada acto y, puesto que tiene un perfecto conocimiento de su muerte, lo realiza juiciosamente. Es perfectamente natural que su último acto en la tierra sea lo mejor de sí mismo. Así es como da placer. Esto embota el miedo (Viaje a Ixtlan)".
El hombre ordinario, rutinario, no es más que un títere que hace lo que se le impone; el guerrero, el cazador de poder, se niega a dejarse llevar: así es como decide. Como no desea nada, que ya se considera muerto, no puede ser el juguete de imperativos exteriores: está ante todo despierto, vigilante. El hombre común podría ser comparado con un viajero dormido que va sin darse cuenta de una estación a otra: la terminal es la muerte, y no ha tenido ningún placer en el viaje.
El guerrero, siempre "en el camino de la guerra", debe ser siempre lo mejor de su fuerza: nada puede hacerle débil, tímido y vacilante, por las razones que se han dicho: totalmente ajeno al mundo de sus "semejantes"puesto que ya no es esclavo de nada ni de nadie (un rey, incluso tiránico, es esclavo de sus súbditos y de su fama; también de sus antepasados), no busca más que una cosa: la eficacia impersonal, no con vistas a una lujuria cualquiera, sino en relación con un Poder del que no trata de "desentrañar los misterios" sino de servirse sirviéndolo. Así, habiendo realizado su unidad, no desperdicia su tiempo en vacilaciones vanas; no importa lo que haga, sino lo que haga, lo hace totalmente, porque esta obra, cualquiera que sea, es su última lucha en la tierra. Y esta última lucha en la tierra es también un desafío.
"Los hombres, dice Don Juan, consideran las cosas como una bendición o una maldición; el guerrero las toma como un desafío (Historias de Poder)."
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